nformación tomada de Santos Mexicanos
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LOS SANTOS MÁRTIRES PRECURSORES
DE LA ACCIÓN CATÓLICA MEXICANA

 

David Roldán Lara. Nació en Chalchihuites, Zac., el 2 de marzo de 1907. Quedó huérfano de padre al año de edad, y por ese motivo desde muy joven tuvo que dedicarse al trabajo para ayudar al sostenimiento de su casa. Cuando se fundó el grupo local de la ACJM en su pueblo, fue designado Vicepresidente del mismo y al renovarse la mesa directiva fue electo presidente. Al establecerse la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa en Chalchihuites, recibe el cargo de subjefe.

Salvador Lara Puente. Nace el 13 de agosto de 1905, en Durango. A los 18 años entró a estudiar en el Seminario Conciliar de Durango; sólo estuvo 4 años, pues tuvo que interrumpir su vida estudiantil por motivos de salud. Junto con Manuel Morales y David Roldán fundó en 1926 el grupo local de la ACJM en Chalchihuites. Desempeñó el cargo de Secretario en la Liga Defensora y fue también un socio de la Unión de Obreros Católicos.

Manuel Morales Cervantes. Nace el 8 de enero de 1898 en Sombrerete, Zac. En 1921 contrajo matrimonio; al fundarse la ACJM ingresó a ella. Cuando se extendió la Liga de Defensa al Estado de Durango, el Delegado Regional lo nombró Jefe Local de la misma en Chalchihuites.

Padre Luis Bátis Sainz. Nació en San Miguel del Mezquital, Zac., el 13 de septiembre de 1870. Se desempeñó como Director espiritual del seminario y párroco de Chalchihuites. Tuvo un gran celo pastoral y capacidad organizadora; con mucha dedicación impulsó la acción católica. Fundó un taller de obreros católicos, y una escuela para niños.

La Asociación Católica de la Juventud Mexicana, A.C.J.M., grupo precursor de la Acción Católica Mexicana, se estableció en la segunda década del siglo XX para atender la urgente necesidad de fomentar entre los jóvenes laicos un liderazgo capaz de responder a los signos de los tiempos e incrementar la instrucción religiosa y cívica.

 

Relato del martirio de los 3 jóvenes acejotaemeros
y su Asistente Eclesiástico.

Todo comienza cuando el gobierno de Calles dispone aplicar con todo rigor las nuevas leyes anticatólicas.

Como consecuencia, en vísperas de la suspensión del culto público, el 29 de julio de 1926, los militantes de la ACJM de Chalchihuites convocaron a un mitin en la plaza de toros al que asistieron seiscientos vecinos. Manuel Morales, en su arenga, exhortó a los católicos a promover la derogación de las leyes que atentaban contra la libertad de conciencia. Los medios, dijo, serían pacíficos y sin mezcla política.

El evento mereció la reprobación de las autoridades locales. El Presidente municipal Donaciano Pérez, y su secretario, Refugió García, denunciaron el mitin a la Jefatura de Operaciones Militares de Zacatecas. Conforme pasaron los días, volvieron a acusar a los católicos de organizar un complot para derrocar el supremo gobierno.

El jefe militar Eulogio Ortiz, remitió a Chalchihuites once soldados del sexto batallón de infantería, al mando del teniente Blas Maldonado Ontiveros, con órdenes de ejecutar a los presuntos sediciosos.

El comando llegó a la población a las 21:00 horas del sábado 14 de agosto. El cura Bátis, advertido de la presencia de los recién llegados, y debido a la clausura del curato, se recogió en su domicilio provisional, la casa de la familia Pérez Moreno.

Poco después, los militares, acompañados de Donaciano Pérez y de Refugio García, tomaron con violencia la casa donde se hospedaba el señor cura Bátis, se introdujeron en la habitación del ministro y literalmente lo arrancaron del lecho, tomándolo prisionero con lujo de fuerza.

Los soldados saquearon la vivienda, buscando, sin encontrarlo, armas o documentos que comprometieran al clérigo en el delito de sedición.

Manuel Morales, en las primeras horas del día siguiente se enteró de la detención del señor cura. De inmediato se dio a la tarea de reunir a los dirigentes de la ACJM., David Roldan y Salvador Lara, los hermanos Maclovio, Edmundo y Tomás Pérez, quienes junto con él, se reunieron en la farmacia Guadalupana.

Estando en dicha reunión, llegaron los soldados rifle en mano. ¡Manuel Morales!, gritaron. Él, dando un paso al frente, respondió con entereza: A sus órdenes. La respuesta fue un empellón y violentos golpes en la espalda y el cuello con las culatas de los mauser. En el mismo acto fueron reclamados los otros: ¡Salvador Lara!, ¡David Roldan!, los mártires se apersonaron. Los tomaron presos junto con los compañeros que portaban la insignia de la asociación.

Los prisioneros fueron conducidos a la Presidencia municipal. El teniente interrogó a los acusados: ¿Con qué objeto tienen esas juntas?.El padre Bátis respondió: Con el objeto de defender esa santa causa de nuestra religión. Eso mismo repitieron todos. ¿Firman esta declaración?, inquirió el militar. Sí señor, respondieron, rubricando, sin saberlo, su sentencia de muerte. En el transcurso de la mañana fueron puestos en libertad los hermanos Pérez.

Por su parte, David Roldan Lara envió un recado a su mamá, diciéndole que no tuviera cuidado, que irán a Zacatecas, que le aseguraban que en dos días regresaba.

La esposa de Manuel Morales, la señora Consuelo Loera, expuso al teniente Ontiveros la inocencia de su marido. El teniente, aparentando bondad y profanando la memoria de su madre, le dijo: Señora, váyase tranquila, le juro por mi madre que nada le pasará a su esposo. Añadió que le apenaba no poder hacer nada contra las órdenes superiores que llevaba, pero que después de dos o tres días estaría su esposo de regreso. Esto tranquilizó un poco a la afligida mujer, quien compareció de nuevo ante el militar, llevando consigo a su hijito mayor. Disgustado, el teniente la despidió: Váyase, váyase... ya viene otra vez con sus lloros! La esposa de Manuel, siguió suplicando que no sacaran a su esposo del pueblo, que si era necesario lo redujeran a prisión mientras se aclaraban las cosas. Por respuesta le dijo el teniente: Despídase de él, si quiere. Al oír esta frase, la señora dijo: ¿No me acaba de decir usted que vuelve pronto?. El niño que llevaba consigo, burlando la vigilancia fue a dar a los brazos de su padre. Manuel sufrió doblemente al ver a su atribulada esposa y a su hijito.

Algunos vecinos acaudalados, ofrecieron al teniente Ontiveros una crecida suma de pesos a cambio de la libertad de los reos, pero el militar repuso que se les dejaría en libertad apenas rindieran sus declaraciones en la ciudad de Zacatecas.

A la mitad de ese fatídico 15 de agosto, las víctimas abandonaron el pueblo en dos vehículos. Su partida causó gran alboroto entre la gente del pueblo que asombrada observaba como se llevaban presos al párroco y a los apostólicos jóvenes. A Manuel le tocó viajar en el mismo automóvil que al señor cura Bátis y también estar junto a él en el momento de la ofrenda de su vida.

Para impedir el traslado los vecinos intentaron lapidar a la comitiva, al grado que los soldados ante la disyuntiva de arremeter contra los indefensos civiles se vieron en la necesidad de pedir al señor cura que calmara a la turba, orden que acató: ¡Por favor no me sigan, no pasará nada!.

Los reos fueron trasladados al lugar del sacrificio. Cuando al señor cura Bátis y a Manuel Morales los condujeron al sitio de la ejecución el sacerdote intercedió por Manuel Morales ante el teniente. ¡Mire, a este no le haga nada, es un muchacho, tiene esposa, tiene hijos. Yo muero gustoso, yo soy sacerdote, pero a él no le haga nada!. Manuel replicó: Deje que me fusilen, señor cura. Yo muero, pero Dios no muere. El velará por mi esposa y mis hijos. Y, descubriéndose la cabeza, gritó: ¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!. El mismo soldado que lo arrestó dirigió al pelotón de fusilamiento. ¡Preparen armas, apunten y disparen!. Así fueron acribillados el párroco y Manuel Morales. Eran las dos de la tarde del día de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos.

Después de ejecutarlos, los despojaron de sus pertenencias. Luego se dirigieron a un sitio contiguo, conocido como puerto de Santa Teresa, donde se encontraban el teniente Ontiveros con los jóvenes Lara y Roldán, los cuales fueron trasladados por el camino real. A David y Salvador los hicieron caminar otros 20 metros. Luego una descarga cerrada cegó sus vidas.

Consumada su hazaña, los soldados se retiraron en dos autos. Al rendir su declaración en Zacatecas, el teniente justificó el ajusticiamiento de los reos argumentando una sublevación popular.

Los cadáveres de los mártires fueron rescatados al día siguiente. Al darse cuenta los fieles que los soldados regresarían a profanar los cadáveres, se dieron prisa a sepultarlos. La viuda de Manuel Morales escribió: Amanece el día 16 con la formal alarma de que los soldados volvían, pero las víctimas, los dichosos mártires, gozaban del Reino de Dios. Sus cadáveres dormían tranquilos el sueño del justo, sin tener en sus rostros señales de dolor; al contrario, sus rostros nos demostraban la alegría de estar en el cielo.

Los restos del sacerdote Bátis y sus compañeros de martirio fueron exhumados el 14 de enero de 1943 y colocados en la capilla de la Santísima Trinidad de la Parroquia de San Pedro.

Fueron beatificados por Su Santidad Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992. El día 21 de mayo del año 2000, el mismo Pontífice los elevó a la categoría de santos.

Su fiesta es el 15 de agosto.

 

¡ Santos Mártires, Precursores de la Acción Católica !

Rueguen por Nosotros