El Conjuro, ayudaba mucho al se Nació en
Chalchihuites, Zacatecas, diócesis de Durango, el 2 de Marzo
de 1907, hijo de don Pedro Roldán Reveles y de doña Reinalda
Lara Granados. Su vida fue muy corta. Contaba con sólo 19
años de edad cuando fue fusilado junto con el Cura Luís
Batís y dos compañeros más, tan sólo por proteger su fe.
Aunque tuvo que abandonar sus estudios en el Seminario de
Durango, debido a las necesidades económicas de su familia,
David Roldán Lara no apartó su vida de la fe cristiana.
Se caracterizó por ser un joven limpio,
ordenado y responsable que trató de evitarle cualquier
disgusto o molestia a su madre, doña Reinalda, quien enviudó
muy joven.
Cristiano comprometido, perteneció a la
Asociación Católica de la Juventud Mexicana y en 1925 fue
nombrado presidente de la misma, posteriormente, fue
designado vicepresidente de la Liga Nacional de la Defensa
de la Libertad Religiosa (LNDLR) cuando iniciaron los
problemas originados por las leyes callistas. El 29 de julio
de 1926 esta asociación celebró su primera junta en defensa
pacífica de la Iglesia; sus propuestas fueron desde el
principio claras: no a la violencia, sí a la resistencia
organizada y pacífica. Una de las metas consistió en
redactar un pliego petitorio suscrito por el mayor número de
personas posible, pidiendo al Congreso de la Unión se
derogaran las leyes anticlericales por coartar la libertad
religiosa.
Pese a que pregonaban precisamente un no
a la violencia, fueron acusados falsamente, junto con el
señor Cura, de incitar a levantarse en armas.
El 15 de agosto de 1926, David se
encontraba en su casa preparándose como era su costumbre a
cumplir el precepto dominical, cuando un grupo de soldados
enviados por el General Ortiz, de Zacatecas, fueron a
aprehenderlo hasta su hogar. El joven salió sonriente; al
pasar frente a la casa de uno de sus amigos, saludó con
cortesía y alegría. Fue llevado a donde se encontraban el
Sr. Cura Batís y otros muchos jóvenes, entre ellos estaban
Manuel Morales y Salvador Lara, quien era primo hermano de
David.
Ante las autoridades federales se
presentó el señor Gustavo Windel, padre de la joven con
quien David pretendía casarse y además gerente de la mina
"El Conjuro", lugar en el que David trabajaba; y les ofreció
la cantidad de dinero que quisieran para que liberaran a los
presos, pero fue en vano. David y Salvador viajaron en el
mismo automóvil y salieron muy serenos. David recibió la
absolución de su párroco y el ejemplo de su entrega ante las
armas asesinas; vio morir al sacerdote y a su amigo Manuel
Morales; luego, junto con Salvador, fue conducido a unos
ciento sesenta pasos del lugar de la ejecución anterior,
hacia la falda de los cerros. Caminaba con valor y
tranquilidad. Sereno y rezando, se dirigió al lugar que le
señalaban para completar con un acto de amor su vida
juvenil, alimentada y sobrenaturalizada con la fe, el
trabajo y la entrega generosa al apostolado. Con el mismo
grito que acababan de escuchar de labios del Sr. Cura y de
Manuel: "¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!",
entregó su espíritu a Dios.
El pelotón de fusilamiento segó su vida y
un soldado le dio el tiro de gracia en la frente,
desfigurándole el rostro, que, sin embargo, no puedo
borrarle la sonrisa de paz y tranquilidad que David llevaba
en los labios.
Sus familiares recogieron el cadáver y
casi a media noche tuvieron que darle sepultura en medio de
una gran lluvia y viento huracanado, pero tuvieron que
hacerlo así por temor a la llegada del General Eulogio
Ortiz, y quien venía decidido a arrastrar los cadáveres.
Información
tomada de Santos Mexicanos
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