Nació en un rancho de nombre Berlín,
perteneciente a la parroquia de El Súchil, Durango, el 13 de
agosto de 1905. Hijo de don Francisco Lara y doña María
Soledad Puente Granados, fue bautizado el 10 de septiembre
en el mismo lugar, con el nombre de José Salvador.
Al morir su padre cuando él era muy pequeño, aumentó su
cariño y solicitud por su madre.
Fue alumno del Seminario de Durango, pero al pasar su
familia por una situación económica difícil, tuvo que dejar
el plantel; no dejó sin embargo de estar cerca y al servicio
de la Iglesia. Además de su trabajo como empleado de
confianza en la mina
El Conjuro, ayudaba mucho al señor Cura
en su labor pastoral, tanto por su testimonio de vida
intachable como por su apostolado cristiano.
Fue secretario de la Liga Nacional de la Defensa de la
Libertad Religiosa y presidente de la Asociación Católica de
la Juventud Mexicana (ACJM). En la reunión de jóvenes,
cuando el señor Cura expresó sus deseos de martirio y
preguntó quién sería capaz de acompañarlo, Salvador con
generosidad se ofreció, aunque sin ningún alarde sino con
sencillez cristiana.
Poco antes de su sacrificio, en una
velada que hubo en Chalchihuites, Salvador declamó la poesía
titulada "Marciano", que describe la inocencia del cristiano
acusado de incendiar Roma. Salvador, con mucho sentimiento,
como posesionado del contenido, parecía decir nuevamente:
"Si mi delito es ser cristiano, haces bien en matarme porque
es cierto".
El 14 de agosto de 1926, después de su
trabajo, descansaba tranquilamente en su hogar. Así pasó la
noche, ignorando que al señor Cura Batís lo habían aprendido
los soldados; al día siguiente recibió la noticia y fue a
unirse con sus compañeros para deliberar la forma de salvar
al señor Cura; cuando llegaron los soldados y después de
aprehender a Manuel Morales gritaron su nombre. Él respondió
con entereza: "¡Aquí estoy!".
El teniente Maldonado engañó a todos
diciéndoles que solamente iba a conducir a los reos a
Zacatecas para que rindieran declaraciones; la madre de
Salvador, Doña Soledad, confió en Dios y en la palabra del
militar, por que infundió ánimo a su hijo, lo bendijo y le
recordó cuán santa era la causa que defendía.
A Salvador le tocó viajar junto a David
Roldán en un carro que supuestamente los conduciría a
Zacatecas; pero al llegar al Puerto de Santa Teresa se
descubrió la verdadera intención: asesinarlos por el delito
de ser católicos. Salvador y David contemplaron la muerte
heroica de su párroco y de su amigo Manuel, después de
recibir del señor Cura la absolución. Luego los condujeron a
unos 160 pasos, hacia la falda de los cerros, por el camino
de Canutillo. Los jóvenes iban rezando. Salvador, de 21
años, en la plenitud de la vida, se colocó frente al pelotón
y con la noble frente en alto, gritó al unísono de David:
"Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe". Una descarga de
fusilería segó sus vidas. Luego el "tiro de gracia" destrozó
casi sus rostros.
La juventud y el heroísmo de Salvador
impresionaron a los verdugos, quienes al verlo muerto
dijeron: "Que lástima haber matado a este hombre tan grande
y tan fuerte".
Los familiares y los fieles fueron avisados que de pronto se
presentaría el temido general Eulogio Ortiz con intenciones
de colgar los cadáveres para escarmiento de los demás
cristianos, por lo que, apresuraron el sepelio.
Salvador fue velado en la casa de su
madre, quien llena de fortaleza aceptó la voluntad de Dios,
y con valentía increpó a los soldados y sus restos fueron
enterrados en el panteón municipal
Información
tomada de Santos Mexicanos
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