Nació en Mesilla, de la Parroquia de
Sombrerete en Zacatecas, en donde trabajó como dependiente
en una tienda; gozó de la estimación de la gente del pueblo
por la atención y amabilidad que siempre manifestó, era
sociable y comunicativo. Posteriormente trabajó en una
panadería de su propiedad. Contrajo matrimonio con la
maestra Consuelo Loera, con la que tuvo tres hijos, se
comportaba como buen cristiano, respetuoso y fiel con su
esposa, buen padre de familia.-
Manuel Morales fue hijo natural de la
señora Matiana Morales, nació el 8 de Febrero de 1898 y
desde muy niño vivió con sus abuelos en Chalchihuites
Fue secretario del Círculo de Obreros
Católicos "León XIII", miembro de la A.C.J.M. y presidente
de la Liga Nacional de Defensa Religiosa, fundada en
Chalchihuites en Junio de 1925. Esta organización tenía como
objetivo que todos los católicos mexicanos se unieran
estrechamente para defender, por medios pacíficos y legales,
los derechos de la Iglesia Católica y de la religión contra
los ataques del sectarismo que se había adueñado del
Gobierno de México.
Esa liga no tuvo actividades en Chalchihuites sino hasta el
29 de julio de 1926, en que se celebró una sesión en la
plaza de toros del pueblo y a la que concurrieron
aproximadamente seiscientas personas. Como presidente de la
Liga, don Manuel Morales tomó la palabra ante todos y los
exhortó a pertenecer sin temores a la misma, cuyos medios de
obrar en nada faltarían el respeto al gobierno constituido.
En su arenga, Manuel dijo: "Dios y mi derecho", es nuestro
lema. La Liga será pacífica, sin mezcla alguna en asuntos
políticos. Nuestro proyecto es suplicar al gobierno se digne
ordenar la derogación de los artículos constitucionales que
oprimen la libertad religiosa". Terminó su discurso con
estas bellísimas palabras: "A los cuatro vientos y con el
corazón henchido de júbilo gritemos: "¡Viva Cristo Rey y la
Morenita del Tepeyac!".
El sábado 14 de Agosto, cuando llegaron
los soldados de Zacatecas que supuestamente venían a sofocar
el levantamiento de armas, Manuel había salido de su
despacho de panadería desde las siete de la tarde y estaba
tranquilamente en su casa, con su esposa y sus pequeños.
Después de cenar en familia, salió para asistir a la junta
ordinaria de la ACJM. La junta no se celebró y Manuel se
regresó a su casa y, sin darse cuenta aún de la llegada de
los soldados, se entregó al descanso. Recibió el aviso de la
prisión del Sr. Cura en la mañana del 15 de agosto, estando
todavía en la cama. Salió rápidamente a reunir gente para ir
ante las autoridades a gestionar la libertad del Sr. Cura.
Se presentó ante los miembros de la junta vecinal, que se
realizaba en la Botica Guadalupana. Estando en dicha
reunión, llegaron los soldados con rifle en mano y gritaron:
"¡Manuel Morales!", y él dio un paso adelante y respondió en
entereza cristiana: "¡A sus órdenes!". Los soldados
respondieron a Manuel con un aventón, lo golpearon con el
rifle en la espalda y el cuello y fue conducido a la
presidencia Municipal. Las gestiones que hicieron las
comisiones para obtener la libertad de los prisioneros
fueron inútiles. La señora Consuelo Loera, esposa de Manuel,
insistió mucho en hablar con el teniente Ontiveros y le dijo
"Mi esposo es inocente y nada debe". El teniente,
aparentando bondad y profanando la memoria de su madre, le
dijo: "Señora, váyase tranquila, le juro por mi madre que
nada le pasará a su esposo". Le aseguró que tenía órdenes
superiores de trasladar a su esposo a Zacatecas.
Intranquila, doña Consuelo regresó ante
el militar llevando esta vez consigo a su hijito mayor, lo
que desagradó al teniente y alterado le dijo "Despídase de
él, si quiere". Al oír esta frase, la señora le dijo: "¿No
me acaba de decir usted que vuelve pronto?". Mientras tanto,
el pequeño niño de Manuel, a pesar de la vigilancia de los
soldados, entró y fue a dar a los brazos de su padre. Manuel
sufría doblemente al ver a su atribulada esposa y a su
hijito. En medio de gran dolor, los esposos se despidieron,
aunque ella todavía abrigaba la esperanza de que nada le
pasaría a Manuel.
Le tocó viajar en el mismo automóvil que al Sr. Cura Batís y
también estar junto a él en el momento de su última ofrenda
a Cristo. Cuando el Sr. Cura trató de salvarle la vida
diciéndoles a los soldados que Manuel tenía familia, éste
como siempre, respondió lleno de fe y de valentía: "Deje que
me fusilen, Sr. Cura, yo muero pero Dios no muere, Él velará
por mi esposa y mis hijos". Y levantándose el sombrero para
que le dispararan en la frente gritó: "Viva Cristo Rey y la
Virgen de Guadalupe". Las balas segaron la vida de aquel
cristiano ejemplar, cerca de las dos de la tarde, del día de
la Asunción de la Santísima Virgen.
Información
tomada de Santos Mexicanos
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