AÑO DE LA FE
Material formativo
para los Militantes de la Acción Católica Mexicana
Acción Católica Mexicana
Junta Nacional 2010 – 2013
"La Paz de Cristo, en
el Reino de Cristo" Acción Católica M e x i c a n a
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PRESENTACIÓN
El Año de la Fe es un momento de gran
trascendencia para la Iglesia universal, por ello es muy
importante que todos los militantes de la Acción Católica
estén bien informados para vivir con profunda reflexión y
compromiso este acontecimiento histórico del cual el Señor
ha querido que seamos parte.
El presente material es un recurso que
pretende ser muy sencillo en su lectura y comprensión; a
base de preguntas y algunos ejercicios nos mostrará un
panorama general de lo que debemos saber entorno a la Año de
la Fe y de las fuentes que podemos consultar para
enriquecernos en este tema.
El contenido del material puede ser tema
de estudio en las reuniones semanales de los grupos, para lo
cual se recomienda que se lea y analice un capítulo cada
semana, o también se puede programar un día de reunión de
estudio o retiro para ver todos los capítulos seguidos y
llegar a acciones concretas como Acción Católica para vivir
el Año de la Fe.
Es muy importante que también se promueva
la lectura de todos los documentos que se anexan, pues en el
análisis de las preguntas se hace mención a ellos y esto nos
debe llevar a la consulta de los mismos, pero se sugiere la
lectura completa para un mejor conocimiento de la riqueza
que encierran y de las luces que nos dan para prepararnos
mejor para este año de gracia.
Otra sugerencia es que se hagan concursos
en las parroquias y a nivel diocesano sobre las preguntas
que se muestran en los capítulos para que sirva de
reforzamiento de los temas, esto aplica para todas las
organizaciones y movimientos, desde los niños, adolescentes,
jóvenes y adultos, para ello se deben crear las
convocatorias, categorías y reglas de los concursos, así
como conseguir los jurados y algunos premios para los
ganadores.
Es muy importante que todos los
militantes de la Acción Católica de todos los rincones del
país estén bien informados y valoren la trascendencia del
Año de la Fe, conozcan las acciones que se vayan a emprender
en sus diócesis y parroquias y se unan con entusiasmo a
todas las iniciativas que se promuevan.
De igual manera todos los grupos de
Acción Católica de las parroquias deben elaborar su
planeación a la luz del Año de la Fe y recibir de la Junta
Nacional y los Comités Nacionales, así como de las Juntas
Diocesanas y Comités Diocesanos, las herramientas necesarias
y la asesoría para que juntos vivamos este gran
acontecimiento de acuerdo a la realidad de cada comunidad
parroquial; unidos en la oración, unificados en la formación
y en comunión con el Párroco y el Consejo Parroquial.
Rogamos a Dios para que derrame
abundantes bendiciones en sus familias, trabajos, estudios y
apostolados, para que este Año de la Fe sea un momento de
renovación de nuestras vidas y de nuestra querida Acción
Católica que sigue teniendo un papel importante en la Nueva
Evangelización. Que la Santísima Virgen María, el más grande
modelo de fe, los cubra con su manto maternal. Que los
Santos y Beatos Mártires de la Acción Católica Mexicana, que
nos dieron ejemplo de fe, intercedan por todas sus
necesidades espirituales y materiales.
Atentamente
Junta Nacional 2010-2013
"La Paz de Cristo, en el Reino de Cristo"
Pbro. Sergio de la Cruz Godoy Omar
Florentino Peña Briones
Asistente
Eclesiástico de la Junta Nacional Presidente de la Junta
Nacional Acción Católica M e
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ESTUDIO Y FORMACIÓN
CAPÍTULO 1
1.- ¿Quién ha proclamado el Año de la Fe?
R= El Papa Benedicto XVI.
2.- ¿En qué fecha y dónde dio a conocer
el Papa Benedicto XVI que se realizaría un Año de la Fe?
R= El 11 de octubre de 2011, en la Ciudad
del Vaticano.
3.- ¿Cómo se llama el documento con el
que el Papa Benedicto XVI convoca al Año de la Fe?
R= Carta Apostólica Porta Fidei.
4.- ¿Qué quiere decir Porta Fidei?
R= La Puerta de la Fe.
5.- ¿Qué quiere decir cuando se expresa
que la Carta Apostólica Porta Fidei fue publicada por el
Papa Benedicto XVI en forma de "motu propio"?
R= Quiere decir que el Papa la publica
por su propia iniciativa y autoridad.
6.- ¿De cuántos números consta la Carta
Apostólica Porta Fidei?
R= De 15 números.
7.- ¿Cuáles son las fechas de apertura y
clausura del Año de la Fe?
R= La apertura el 11 de octubre de 2012 y
la clausura el 24 de noviembre de 2013.
8.- ¿Por qué el Papa Benedicto XVI eligió
como fecha de apertura del Año de la Fe el día 11 de octubre
de 2012?
R= Porque ese día se cumplen 50 años de
la apertura del Concilio Vaticano II.
9.- ¿Cuál será la participación de la
Acción Católica Italiana en la apertura del Año de la Fe?
R= La organización de una procesión con
antorchas hasta la Plaza de San Pedro, en recuerdo del
quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio
Vaticano II.
10.- ¿Qué solemnidad celebrará la Iglesia
el 24 de noviembre de 2013 en la cual se clausurará el Año
de la Fe?
R= La solemnidad de Jesucristo Rey del
Universo.
CAPÍTULO 2
11.- ¿Qué documento importante se publicó
en la Iglesia también un día 11 de octubre al celebrarse los
30 años de la apertura del Concilio Vaticano II?
R= El Catecismo de la Iglesia Católica.
12.- ¿Quién publicó el Catecismo de la
Iglesia Católica?
R= El Papa
Beato Juan Pablo II. Acción
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13.- ¿Cuántos años se cumplen de la
publicación del Catecismo de la Iglesia Católica al inicio
del Año de la Fe?
R= 20 años.
14.- ¿Qué nos dice el Papa Benedicto XVI
en la Porta Fidei sobre la intención que se tuvo cuando se
publicó Catecismo de la Iglesia Católica?
R= Que fue para ilustrar a todos los
fieles la fuerza y la belleza de la fe, y que es un
instrumento al servicio de la catequesis.
15.- ¿Qué evento importante se realizará
en la Iglesia al inicio del Año de la Fe?
R= Un Sínodo de Obispos.
16.- ¿Qué tema se analizará en el Sínodo
de los Obispos?
R= La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana.
17.- ¿Qué es un Sínodo de Obispos?
R= Es una reunión convocada por el Papa,
en la que se vive una asamblea de Obispos escogidos de las
distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones
determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Sumo
Pontífice con los Obispos y estudiar diversos temas para
orientar a la Iglesia.
18.- ¿Cuáles son las fechas de inicio y
conclusión del Sínodo de los Obispos?
R= Del 7 al 28 de octubre de 2012.
19.- ¿Quiénes serán los Obispos de
nuestro país que participarán en este Sínodo de Obispos?
R= Emmo. Sr. Cardenal Don Francisco
Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara.
Excmo. Sr. Don Carlos Aguiar Retes,
Arzobispo de Tlalnepantla y Presidente del Episcopado
Mexicano.
Excmo. Sr. Don Rogelio Cabrera López,
Arzobispo de Monterrey.
Excmo. Sr. Don José Guadalupe Martín
Rábado, Arzobispo de Léon.
Excmo. Sr. Don José Luis Chávez Botello,
Arzobispo de Antequera.
Excmo. Sr. Don Alonso Gerardo Garza
Treviño, Obispo de Piedras Negras.
20.- ¿Quién de los Obispos de nuestro
país ha recibido una encomienda del Papa Benedicto XVI para
este Sínodo de Obispos?
R= El Emmo. Sr. Cardenal Don Francisco
Robles Ortega que ha sido nombrado por el Papa como
Presidente Delegado de la Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos.
CAPÍTULO 3
21.- Anteriormente la Iglesia ya había
sido llamada a celebrar un Año de la Fe, ¿Cuándo fue esto?
R= En el año de 1967.
22.- ¿Quién fue el Papa que convocó al
anterior Año de la Fe en 1967?
R= S.S. Pablo VI (Siervo de Dios). Dos
años después de la clausura del Concilio Vaticano II.
23.- ¿Qué nos pide el Papa Benedicto XVI
sobre los textos del Concilio Vaticano II, ahora a 50 años
de la apertura del mismo?
R= Leerlos de
manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como
textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de
la Tradición de la Iglesia.
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24.- ¿Qué nos dice el Papa Benedicto XVI
sobre la lectura de una manera correcta de los textos del
Concilio Vaticano II?
R= Que si los leemos y acogemos guiados
por una interpretación correcta, pueden ser y llegar a ser
cada vez más, una gran fuerza para la renovación siempre
necesaria de la Iglesia.
25.- ¿Qué oración nos puede ayudar a
redescubrir los contenidos de la fe?
R= El Credo.
26.- ¿Qué implica para los cristianos
cuando profesamos la fe con nuestra boca?
R= Implica un testimonio y un compromiso
público.
27.- ¿Para qué nos sirve el conocimiento
de los contenidos de la fe?
R= Para adherirnos plenamente con la
inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia, el
conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio
salvífico revelado por Dios.
28.- ¿Qué aceptamos cuando creemos?
R= Aceptamos libremente todo el misterio
de la fe.
29.- ¿Quién garantiza la verdad del
misterio de la fe?
R= Dios mismo que se revela y da a
conocer su misterio de amor.
30.- ¿Cuál es el subsidio que se nos
recomienda como indispensable para tener acceso a un
conocimiento sistemático del contenido de la fe?
R= El Catecismo de la Iglesia Católica.
CAPÍTULO 4
31.- ¿Qué nos dice la Porta Fidei sobre
la fe de la Virgen María? ……………………………………………………………………… R= Por
la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el
anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su
entrega. En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza
al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se
encomiendan a Él. Con gozo y temblor dio a luz a su único
hijo, manteniendo intacta su virginidad. Confiada en su
esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la
persecución de Herodes. Con la misma fe siguió al Señor en
su predicación y permaneció con él hasta el Calvario. Con
fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y,
guardando todos los recuerdos en su corazón, los transmitió
a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el
Espíritu Santo.
32.- ¿Qué nos dice la Porta Fidei sobre
la fe de los Apóstoles? ………………………………………………………………………… R= Por
la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro.
Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de
Dios, que está presente y se realiza en su persona. Vivieron
en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus
enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que
serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte.
Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato
de llevar el Evangelio a toda criatura y, sin temor alguno,
anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que
fueron testigos fieles.
33.- ¿Qué nos
dice la Porta Fidei sobre la fe de los Discípulos?
………………………………………………………………………… R= Por la fe, los discípulos
formaron la primera comunidad reunida en torno a la
enseñanza de los Apóstoles, la
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oración y la celebración de la
Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender
las necesidades de los hermanos.
34.- ¿Qué nos dice la Porta Fidei sobre
la fe de los Mártires? ……………………………………………………………………………. R= Por
la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la
verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho
capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón
de sus perseguidores.
35.- ¿Qué nos dice la Porta Fidei de la
fe de los Consagrados?
R= Por la fe, hombres y mujeres han
consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la
sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la
castidad, signos concretos de la espera del Señor que no
tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido
acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la
palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación
de los oprimidos y un año de gracia para todos.
36.- ¿Qué dice la Porta Fidei acerca de
la fe de los Laicos? ………………………………………………………………………………… R= Por
la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida, han confesado a lo largo de
los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se
les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la
familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los
carismas y ministerios que se les confiaban.
37.- ¿Qué virtud debemos intensificar con
el testimonio en este Año de la Fe?
R= La caridad, porque la fe sin la
caridad no da fruto.
CAPÍTULO 5
38.- ¿Qué documento nos sirve para
conocer algunas recomendaciones prácticas para el Año de la
Fe?
R= El documento llamado Indicaciones
Pastorales para el Año de la Fe.
39.- ¿Quién emitió el documento de
Indicaciones Pastorales para el Año de la Fe?
R= La Congregación para la Doctrina de la
Fe.
40.- ¿Qué es la Congregación para la
Doctrina de la Fe?
R= Es un órgano colegiado del Vaticano
cuya función es promover y tutelar la doctrina de la fe y la
moral en todo el mundo. Por esta razón, todo aquello que, de
alguna manera toca este tema, cae bajo su competencia.
41.- ¿Cuántas personas forman actualmente
la Congregación para la Doctrina de la Fe? …………………………………… R=
Está formada actualmente por 23 Miembros —Cardenales,
Arzobispos y Obispos—, y demás colaboradores.
CAPÍTULO 6
42.- Lee y comenta en tu grupo las diez
acciones que nos recomienda la Congregación para la Doctrina
de la Fe en el ámbito internacional.
43.- Lee y
comenta en tu grupo las diez acciones que nos recomienda la
Congregación para la Doctrina de la Fe en el ámbito de la
Conferencias Episcopales, es decir los Obispos de cada país.
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CAPÍTULO 7
44.- Lee y comenta en tu grupo las diez
acciones que nos recomienda la Congregación para la Doctrina
de la Fe en el ámbito Diocesano, donde se involucra a todos
bajo la guía del Obispo.
45.- Lee y comenta en tu grupo las diez
acciones que nos recomienda la Congregación para la Doctrina
de la Fe en el ámbito de las parroquias, comunidades,
asociaciones y movimientos.
CAPÍTULO 8
46.- ¿Fecha de la canonización de nuevos
santos con motivo del Año de la Fe?
R= El 21 de octubre de 2012.
47.- ¿Cuántas personas serán canonizadas
con motivo del Año de la Fe?
R= Siete, mártires y confesores de la fe.
Dos sacerdotes, dos religiosas y tres laicos.
48.- ¿Quiénes son las personas que serán
elevadas a los altares con motivo del Año de la Fe?
R= Jacques Barthieu, sacerdote jesuita,
mártir misionero en Madagascar (+ 1896)
Pietro Calungsod, laico catequista,
mártir en Filipinas (+ 1672)
Giovanni Battista Piamarta, sacerdote,
testigo de la fe en la educación a la juventud (+ 1913)
La Madre Marianne (en el siglo Barbara
Cope), testigo de la fe en la leprosería de Molokai (+ 1918)
María del Monte Carmelo, religiosa
española (+ 1911)
Caterina Tekakwitha, laica india
convertida a la fe católica (+ 1680)
Anna Schäffer, laica bávara, testigo del
amor de Cristo desde su lecho de sufrimiento (+ 1925).
CAPÍTULO 9
49.- Investiga que acciones se llevarán a
cabo en tu diócesis y en tu parroquia con motivo del Año de
la Fe.
CAPÍTULO 10
50.- En tu grupo de Acción Católica
también se deben contemplar las acciones que se llevarán a
cabo con motivo del Año de la Fe, tomando en cuenta lo
siguiente:
1. El análisis de la Carta Apostólica
Porta Fidei en la que el Papa Benedicto XVI convoca al Año
de la Fe.
2. Las Indicaciones Pastorales para el
Año de la Fe que ha dado la Congregación para la Doctrina de
la Fe.
3. El estudio de los documentos del
Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
4. Profundizar en la oración del Credo.
5. Realizar actos de manifestación
pública de la fe.
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6. Promover la caridad entre los
militantes de manera individual y grupal.
7. Estar atentos a las orientaciones que
de la Conferencia del Episcopado Mexicano con motivo del Año
de la Fe.
8. Unirse a todas las iniciativas que
convoque la Diócesis con motivo del Año de la Fe.
9. Participar con entusiasmo de todas las
actividades que se realicen en la parroquia con motivo del
Año de la Fe, siendo responsables, propositivos,
colaboradores y siempre en unidad con el párroco, en
coordinación con el Consejo Parroquial y en estrecha
comunión con todas las áreas de pastoral y demás
organizaciones y movimientos laicales.
10. Elaborar un programa que contemple la
espiritualidad, la formación integral y el trabajo
apostólico a la luz del Año de la Fe, presentarlo al
Asistente Eclesiástico para su revisión y ponerlo en
práctica; éste debe incluir temas, foros y reflexiones para
las reuniones mensuales y actividades fuera de horario de
reunión, pero sin duplicar actividades con las ya
programadas por la parroquia.
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EJERCICIOS
A NIVEL PERSONAL
1.- Establece 3 acciones concretas que te
ayuden a intensificar tu espiritualidad en este Año de la
Fe.
2.- Ahora que ya leíste las preguntas de
los capítulos anteriores, trata de repasar aquellas que se
te hayan hecho más complejas para que hagas lo posible por
entenderlas y memorizarlas.
3.- Lee, analiza y medita la Porta Fidei.
(la encontrarás más adelante en el anexo 1).
4.- Lee y comprende los anexos 2 y 3.
(Indicaciones pastorales para el Año de la Fe e Iniciativas
para el Año de la Fe).
5.- Establece acciones concretas para que
des testimonio de manifestación pública de tu fe en los
ambientes donde te desarrollas como casa, escuela, trabajo,
vecinos, amigos, etc.
6.- Trázate metas concretas y alcanzables
en la línea de la caridad, siempre como testimonio de tu fe.
7.- Haz el propósito de rezar el Credo
todos los días del Año de la Fe.
EN TU GRUPO DE ACCIÓN CATÓLICA
1.- Motiva para que se estudie todo este
material sobre el Año de la Fe.
2.- Promueve para que en tu grupo se haga
un estudio del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la
Iglesia Católica durante el Año de la Fe.
3.- Participa y vive con entusiasmo de
todas las acciones convocadas en tu parroquia y en tu
diócesis con motivo del Año de la Fe.
4.- Insiste para que en tu grupo se viva
la caridad en todas sus expresiones.
5.- Ayuda a que en tu grupo de realice
alguna actividad de manifestación pública de la fe, con el
consentimiento del párroco y con un objetivo bien definido.
6.- Promueve con tu Asistente
Eclesiástico que el grupo viva misiones en la parroquia, ya
sea en diversos tiempos litúrgicos o en sectores de la
comunidad, porque en ellas se vive o revive la fe que nos da
el Bautismo, y la Acción Católica siempre ha sido
evangelizadora de los ambientes. Si ya hay iniciativas al
respecto en la parroquia, es importante unirse con
responsabilidad y entrega.
7.- Diseña y
presenta ideas que ayuden a que todos entiendan y vivan la
importancia del Año de la Fe como una oportunidad de
renovación de la Iglesia de la cual todos somos parte, para
promover ciertas campañas en la comunidad parroquial sobre
este año de gracia. Acción
Católica M e x i c a n a
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ANEXO 1
CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO
PORTA FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVICON LA QUE SE
CONVOCA EL AÑO DE LA FE
1. «La puerta de la fe» (cf. Hch
14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y
permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para
nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se
anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que
transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino
que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf.
Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre
de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida
eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el
don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a
cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe
en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a
creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el
Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo
para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su
muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo,
que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera
del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio
como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de
redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada
vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del
encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de
inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y
en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino
para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al
lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios,
hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1].
Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan
mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas
de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la
fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho,
este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que
incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el
pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario,
ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe
y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea
ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una
profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos
dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta
(cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el
hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de
acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer
en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf.
Jn4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de
alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente
por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento
a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En
efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la
misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino
por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn6,
27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es
también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer
para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos
la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis
en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en
Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de
modo definitivo a la salvación.
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4. A la luz de todo esto, he decidido
convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre
de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del
Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En
la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también
los veinte años de la publicación del Catecismo de la
Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato
Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos
los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento,
auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el
Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como
instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose
mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia
católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General
del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012,
sobre el tema de La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión
para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de
especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la
primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año
de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios
Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el
martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno
centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un
momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una
auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso
que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva,
libre y consciente, interior y exterior, humilde y
franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría
adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla,
para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6].
Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel
Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera
todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe
del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos
esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de
todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados,
comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el
fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas
distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado
Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia
postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del
tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe
verdadera y a su recta interpretación. He pensado que
iniciar el Año de la fe coincidiendo con el
cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede
ser una ocasión propicia para comprender que los textos
dejados en herencia por los Padres conciliares, según las
palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni
su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y
que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y
normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la
Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el
Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha
beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha
ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino
del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con
fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses
después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos
y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser
y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la
renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].
6. La
renovación de la Iglesia pasa también a través del
testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su
misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados
efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que
el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la
Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba:
«Mientras que Cristo, "santo, inocente, sin mancha" (Hb
7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21),
sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf.
Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los
pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de
purificación, y busca sin cesar la conversión y la
renovación. La Iglesia continúa su peregrinación "en medio
de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios",
anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva
(cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la
fuerza del Acción Católica M
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Señor resucitado para poder superar con
paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades,
tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el
misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con
fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].
En esta perspectiva, el Año de la fe
es una invitación a una auténtica y renovada conversión
al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de
su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor
que salva y llama a los hombres a la conversión de vida
mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva
vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la
fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la
novedad radical de la resurrección. En la medida de su
disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la
mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y
transforman lentamente, en un proceso que no termina de
cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el
amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de
pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre
(cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29;
2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2
Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros
corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos
envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio
a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con
su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada
generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía
el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre
nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso
eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización
para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el
entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de
los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento
cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en
efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que
se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo.
Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la
esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto,
abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger
la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus
discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se
fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía
buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos,
su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe
hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus
numerosos escritos, en los que explica la importancia de
creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un
patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a
tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo
para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece
creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza
sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo
continuo, en las manos de un amor que se experimenta
siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.
8. En esta
feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de
todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo
de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar
el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año
de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la
reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en
Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y
vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como
el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad
de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras
catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y
con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza
la exigencia de conocer y transmitir mejor a las
generaciones futuras la fe de siempre. En
Acción Católica M e x i c a n a
13
este Año, las comunidades
religiosas, así como las parroquiales, y todas las
realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la
manera de profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite
en todo creyente la aspiración a confesar la fe con
plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza.
Será también una ocasión propicia para intensificar la
celebración de la fe en la liturgia, y de modo
particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que
tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde
mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el
testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más
creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada,
celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo
acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente
debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los
primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el
Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no
olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín
lo recuerda con unas palabras de profundo significado,
cuando en un sermón sobre la redditio symboli,
la entrega del Credo, dice: «El símbolo del
sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy
habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras
en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra
madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor.
[…] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener
siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro
lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en
la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma
que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el
corazón»[16].
10. En este sentido, quisiera esbozar un
camino que sea útil para comprender de manera más profunda
no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con
eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente
y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad
profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a
los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos
ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con
el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm
10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que
se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que
actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es
muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se
encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio
a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le
abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch
16, 14). El sentido que encierra la expresión es
importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los
contenidos que se han de creer no es suficiente si después
el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está
abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en
profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la
Palabra de Dios.
Profesar con
la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y
un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca
que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar
con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos
lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe,
precisamente porque es un acto de la libertad, exige también
la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en
el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta
dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor
la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita
para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo
franco y valeroso. Acción
Católica M e x i c a n a
14
La misma profesión de fe es un acto
personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer
sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad
cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la
entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la
salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia
Católica: «"Creo": Es la fe de la Iglesia profesada
personalmente por cada creyente, principalmente en su
bautismo. "Creemos": Es la fe de la Iglesia confesada por
los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la
asamblea litúrgica de los creyentes. "Creo", es también la
Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que
nos enseña a decir: "creo", "creemos"»[17].
Como se puede ver, el conocimiento de los
contenidos de la fe es esencial para dar el propio
asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la
inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El
conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio
salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta
implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente
todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad
es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de
amor[18].
Por otra parte, no podemos olvidar que
muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no
reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad
el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y
del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la
fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al
misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto,
lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece
siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación
permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a
ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos
si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre
totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento
sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar
en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio
precioso e indispensable. Es uno de los frutos más
importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución
apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al
cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del
Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este
Catecismo es una contribución importantísima a la obra de
renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla
segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido
y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21].
Precisamente en este horizonte, el Año
de la fe deberá expresar un compromiso unánime para
redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la
fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el
Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se
pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia
ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de
historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la
Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos
los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de
los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la
fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los
creyentes en su vida de fe.
En su misma
estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica
presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes
temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se
descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino
el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la
profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida
sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y
continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y
los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia,
pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de
los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del
Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido
cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la
oración. Acción Católica M e
x i c a n a
15
12. Así, pues, el Catecismo de la
Iglesia Católica podrá ser en este Año un
verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para
quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan
importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he
invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que,
de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede,
redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y
a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año
de la fe de la manera más eficaz y apropiada,
ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en
el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un
cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito
de las certezas racionales al de los logros científicos y
tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de
mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede
haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos
distintos, tienden a la verdad[22].
13. A lo largo de este Año, será
decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que
contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la
santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la
gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido
para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través
del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada
uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de
experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro
de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada
fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb12,
2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo
del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al
drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante
la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de
la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su
Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con
nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder
de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra
salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han
marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de
salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del
Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en
la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la
visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente
por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él
(cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su
único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc
2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto
para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2,
13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y
permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn19,
25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección
de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf.
Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con
ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf.
Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe,
los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt
10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba
el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su
persona (cf.Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida
con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles
una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como
sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13,
34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el
mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc
16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la
alegría de la resurrección, de la que fueron testigos
fieles. Acción Católica M e
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16
Por la fe, los discípulos formaron la
primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los
Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía,
poniendo en común todos sus bienes para atender las
necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su
vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los
había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor
don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han
consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la
sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la
castidad, signos concretos de la espera del Señor que no
tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido
acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la
palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación
de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc
4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda
edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida
(cf.Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los
siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les
llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la
familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los
carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para
el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras
vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también
una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la
caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la
esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas
es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más
fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol
Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir
que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa
fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de
alimento diario y alguno de vosotros les dice: "Id en paz,
abrigaos y saciaos", pero no les da lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen
obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: "Tú tienes
fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y
yo con mis obras te mostraré la fe"» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la
caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced
de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo
que una permite a la otra seguir su camino. En efecto,
muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está
solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que
atender y el más importante que socorrer, porque
precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo.
Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro
amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo
hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras
suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una
invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida
de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo,
y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que
se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos
por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el
mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en
los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap
21, 1).
15. Llegados
sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo
Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la
misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15).
Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de
nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella
es compañera de Acción
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17
vida que nos permite distinguir con ojos
siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros.
Tratando de percibir los signos de los tiempos en la
historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en
un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el
mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el
testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el
corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el
corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida
verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando
y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la
fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el
Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al
futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las
palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz
sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso
padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de
vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es
perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y
honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo
amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os
alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la
meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P1,
6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la
alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado
la soledad. Cuántos creyentes son probados también en
nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran
escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la
vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y
participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1,
24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que
conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2
Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el
Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura
confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros,
vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la
Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en
él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada
«bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este
tiempo de gracia. Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11
de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.
BENEDICTO XVI
[1] Homilía en la Misa de inicio de
Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710.
[2] Cf. Benedicto XVI, Homilía en la
Misa en Terreiro do Paço, Lisboa (11 mayo 2010), enL’Osservatore
Romano ed. en Leng. española (16 mayo 2010), pag. 8-9.
[3] Cf. Juan Pablo II, Const. ap.
Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994),
113-118.
[4] Cf. Relación final del Sínodo
Extraordinario de los Obispos (7 diciembre 1985), II, B,
a, 4, en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española
(22 diciembre 1985), pag. 12.
[5] Pablo VI, Exhort. ap. Petrum et
Paulum Apostolos, en el XIX centenario del martirio de
los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS
59 (1967), 196.
[6] Ibíd., 198.
[7] Pablo VI, Solemne profesión de fe,
Homilía para la concelebración en el XIX centenario del
martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la
conclusión del "Año de la fe" (30 junio 1968):AAS 60
(1968), 433-445.
[8] Id., Audiencia General (14
junio 1967): Insegnamenti V (1967), 801.
[9] Juan Pablo II, Carta ap. Novo
millennio ineunte (6 enero 2001), 57: AAS 93 (2001),
308.
[10] Discurso a la Curia Romana
(22 diciembre 2005): AAS 98 (2006), 52.
[11] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.
Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.
[12] De utilitate credendi, 1, 2.
[13] Cf. Agustín de Hipona,
Confesiones, I, 1.
[14] Conc. Ecum. Vat. II, Const.
Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 10.
[15] Cf. Juan Pablo II, Const. ap.
Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 116.
[16] Sermo215, 1.
[17] Catecismo de la Iglesia Católica,
167.
[18] Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm.
Dei Filius, sobre la fe católica, cap. III: DS
3008-3009; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum,
sobre la divina revelación, 5.
[19] Discurso en el Collège des
Bernardins, París (12 septiembre 2008): AAS 100
(2008), 722.
[20] Cf. Agustín de Hipona,
Confesiones, XIII, 1.
[21] Juan Pablo II, Const. ap. Fidei
depositum (11 octubre 1992):AAS 86 (1994), 115 y
117.
[22] Cf. Id., Carta enc. Fides et
ratio (14 septiembre 1998) 34.106: AAS 91 (1999),
31-32. 86-87.
Tomado de la
página oficial de la Santa Sede: www.vatican.va
Acción Católica M e x i c a n a
18
ANEXO 2
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Nota con indicaciones pastorales para el
Año de la Fe
Introducción
Con la Carta apostólica Porta fidei,
del 11 de octubre de 2011, el Santo Padre Benedicto XVI ha
proclamado un Año de la fe, que comenzará el 11 de
octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la
apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, y concluirá el
24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Rey del Universo.
Ese año será una ocasión propicia para
que todos los fieles comprendan con mayor profundidad que el
fundamento de la fe cristiana es «el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida y, con ello, una orientación decisiva»[1]. Fundada
en el encuentro con Jesucristo resucitado, la fe podrá ser
redescubierta integralmente y en todo su esplendor. «También
en nuestros días la fe es un don que hay que volver a
descubrir, cultivar y testimoniar. Que en esta celebración
del Bautismo el Señor nos conceda a todos la gracia de vivir
la belleza y la alegría de ser cristianos»[2].
El comienzo del Año de la fe
coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos
que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días:
los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio
Vaticano II por voluntad del Beato Juan XXIII (1 de octubre
de 1962) y los veinte años desde la promulgación del
Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia
por el Beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992).
Según las palabras del Papa Juan XXIII,
el Concilio ha querido «transmitir pura e íntegra, la
doctrina, sin atenuaciones ni deformaciones»
comprometiéndose a que «esta doctrina, cierta e inmutable,
que debe ser fielmente respetada, sea profundizada y
presentada de manera que corresponda a las exigencias de
nuestro tiempo»[3]. En este sentido, continúa siendo de
crucial importancia la afirmación inicial de la Constitución
dogmática Lumen gentium: «Cristo es la luz de los
pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el
Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los
hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc
16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre
la faz de la Iglesia»[4]. Desde la luz de Cristo que
purifica, ilumina y santifica en la celebración de la
sagrada liturgia (cf. Constitución Sacrosanctum Concilium),
y con su palabra divina (cf. Constitución dogmática Dei
Verbum) el Concilio ha querido ahondar en la naturaleza
íntima de la Iglesia (cf. Constitución dogmática Lumen
gentium) y su relación con el mundo contemporáneo (cf.
Constitución pastoral Gaudium et Spes). Alrededor de
sus cuatro Constituciones, verdaderos pilares del Concilio,
se agrupan las Declaraciones y Decretos, que abordan algunos
de los principales desafíos de nuestro tiempo.
Después del
Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas
enseñanzas sean recibidas y aplicadas en continuidad con
toda la Tradición y bajo la guía segura del Magisterio. Para
facilitar la correcta recepción del Concilio, los Sumos
Pontífices han convocado reiteradamente el Sínodo de los
Obispos[5], instituido por el Siervo de Dios Pablo VI en
1965, proponiendo a la Iglesia directrices claras a través
de las diversas Exhortaciones apostólicas post-sinodales. La
próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en
octubre de 2012, tendrá como tema: La nueva
evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Acción Católica M e x i c a
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19
Desde el comienzo de su pontificado, el
Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente en procurar
una correcta comprensión del Concilio, rechazando como
errónea la llamada «hermenéutica de la discontinuidad y de
la ruptura», y promoviendo la que él mismo ha llamado
«‘hermenéutica de la reforma’, de la renovación dentro de la
continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha
dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla,
pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo
de Dios en camino»[6].
El Catecismo de la Iglesia Católica,
colocándose en esta línea, por un lado se presenta como un
«auténtico fruto del Concilio Vaticano II»[7], y por otro
intenta favorecer su acogida. El Sínodo Extraordinario de
los Obispos de 1985, convocado con ocasión del vigésimo
aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II y para
hacer un balance de su recepción, sugirió la preparación de
este Catecismo para ofrecer al pueblo de Dios un
compendio de toda la doctrina católica y un texto de
referencia segura para los catecismos locales. El Papa Juan
Pablo II aceptó esta propuesta como un deseo de «responder
plenamente a una necesidad real de la Iglesia universal y
las Iglesias particulares»[8]. Redactado en colaboración con
todo el episcopado de la Iglesia Católica, este Catecismo
«manifiesta de verdad una cierta ‘sinfonía’ de la
fe».[9]
El Catecismo presenta «lo nuevo y
lo viejo (cf. Mt 13, 52), dado que la fe es siempre
la misma y, a la vez, es fuente de luces siempre nuevas.
Para responder a esa doble exigencia, el Catecismo de la
Iglesia Católica, por una parte, toma la estructura
"antigua", tradicional, ya utilizada por el catecismo de san
Pío V, articulando el contenido en cuatro partes: Credo;
Sagrada Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el
obrar cristiano, expuesto a partir del Decálogo; y, por
último, la oración cristiana. Con todo, al mismo
tiempo, el contenido se expresa a menudo de un modo "nuevo",
para responder a los interrogantes de nuestra época»[10].
Este Catecismo es «un instrumento válido y legítimo
al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para
la enseñanza de la fe»[11]. Allí se hallan «los contenidos
fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y
orgánicamente. En efecto, en él se pone de manifiesto
la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido,
custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde
la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los
Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el
Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y
ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los
creyentes en su vida de fe»[12].
El Año de la fe desea contribuir a
una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento
de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean
para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del
Señor resucitado, capaces de señalar la "puerta de la fe" a
tantos que están en búsqueda de la verdad. Esta "puerta"
abre los ojos del hombre para ver a Jesucristo presente
entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt
28, 20). Él nos enseña cómo «el arte del vivir» se
aprende «en una relación intensa con él»[13]. «Con su amor,
Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación:
en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio
del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso,
también hoy es necesario un compromiso eclesial más
convencido en favor de una nueva evangelización para
redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el
entusiasmo de comunicar la fe».[14]
Por encargo
del Papa Benedicto XVI[15], la Congregación para la Doctrina
de la Fe, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la
Santa Sede y con la contribución de la Comisión para la
preparación del Año de la fe[16], ha escrito esta Nota
con indicaciones para vivir este tiempo de gracia, las
cuales no excluyen otras propuestas que el Espíritu Santo
quiera suscitar entre los pastores y fieles de distintas
partes del mundo. Acción
Católica M e x i c a n a
20
Indicaciones
«Sé en quien he puesto mi confianza» (2
Tm 1, 12): estas palabras de San Pablo nos ayudan a
comprender que la fe «es ante todo una adhesión personal
del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente
el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha
revelado»[17]. La fe como confianza personal en el Señor
y la fe que profesamos en el Credo son inseparables, se
evocan y exigen mutuamente. Hay un fuerte vínculo entre la
fe vivida y sus contenidos: la fe de los testigos y
confesores es también la fe de los apóstoles y doctores de
la Iglesia.
En este sentido, las siguientes
indicaciones para el Año de la fe tienen el objetivo
de favorecer el encuentro con Cristo a través de testigos
auténticos de la fe y aumentar el conocimiento de sus
contenidos. Se trata de propuestas que tienen la intención
de solicitar una respuesta eclesial ante la invitación del
Santo Padre, para vivir en plenitud este año como un
especial «tiempo de gracia»[18]. El redescubrimiento gozoso
de la fe también ayudará a consolidar la unidad y la
comunión entre las distintas realidades que conforman la
gran familia de la Iglesia.
I. En el ámbito de Iglesia universal
1. El principal evento al comienzo del
Año de la fe será la XIII Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Benedicto XVI
para el mes de octubre de 2012 y dedicada Al tema de La
nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Durante el Sínodo, el 11 de octubre de 2012 tendrá lugar una
solemne celebración para dar inicio al Año de la fe,
en recuerdo del quincuagésimo aniversario de la apertura del
Concilio Vaticano II.
2. En el Año de la fe hay que
alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de
Pedro, para profesar la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo, uniéndose a aquél que hoy está llamado a confirmar en
la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32). Será importante
también fomentar las peregrinaciones a Tierra Santa, el
lugar que tuvo la primicia de conocer a Jesús, el Salvador,
y a María, su madre.
3. Durante este año será útil invitar a
los fieles a dirigirse, con particular devoción a María,
imagen de la Iglesia, que «reúne en sí y refleja en cierto
modo las supremas verdades de la fe»[19]. Por lo tanto, se
debería alentar toda iniciativa que ayude a los fieles a
reconocer el papel especial de María en el misterio de la
salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud.
Para ello será muy conveniente organizar peregrinaciones,
celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
4. La próxima Jornada Mundial de la
Juventud de Río de Janeiro, en julio de 2013, ofrecerá a los
jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo
que proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con
el Santo Padre, en la gran familia de la Iglesia.
5. Al
respecto, sería conveniente la realización de simposios,
congresos y reuniones de gran escala, incluso a nivel
internacional, que favorezcan la comunicación de auténticos
testimonios de la fe y el conocimiento de los contenidos de
la doctrina de la Iglesia Católica. Demostrando que también
hoy la Palabra de Dios sigue creciendo y diseminándose, es
importante que se dé testimonio de que en Jesucristo
«encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del
corazón humano»[20] y que la fe «se convierte en un nuevo
criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida
del hombre»[21]. Algunos congresos serán especialmente
dedicados al redescubrimiento de las enseñanzas del Concilio
Vaticano II. Acción Católica
M e x i c a n a
21
6. El Año de la fe ofrecerá a
todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar
en el conocimiento de los principales documentos del
Concilio Vaticano II y el estudio del Catecismo de la
Iglesia Católica. Esto vale particularmente para los
candidatos al sacerdocio, en especial durante el año
propedéutico o los primeros años de estudios teológicos,
para los novicios y novicias de los Institutos de Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como
para aquellos que se preparan a entrar en una Asociación o
Movimiento eclesial.
7. Este año será una ocasión propicia
para acoger con mayor atención las homilías, catequesis,
discursos y otras intervenciones del Santo Padre. Los
pastores, personas consagradas y fieles laicos serán
invitados a un renovado compromiso de adhesión eficaz y
cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro.
8. Durante el Año de la fe, en
colaboración con el Pontificio Consejo para la Unidad de los
Cristianos, se esperan iniciativas ecuménicas dirigidas a
invocar de Dios y favorecer «la restauración de la unidad
entre todos los cristianos», que «es uno de los fines
principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio
Vaticano II»[22]. En particular, tendrá lugar una solemne
celebración ecuménica para reafirmar la fe en Cristo de
todos los bautizados.
9. En el Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización será establecida una
secretaría especial para coordinar las diversas
iniciativas sobre el Año de la fe promovidas por los
distintos Dicasterios de la Santa Sede o que de todos modos
sean relevantes para la Iglesia universal. Será conveniente
que con tiempo se informe a esta secretaría sobre los
principales eventos que se organicen y también podrá sugerir
iniciativas apropiadas. La secretaría abrirá un sitio
especial en Internet, para proporcionar información útil
para vivir de manera efectiva el Año de la fe.
10. Al final de este año, en la
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo,
tendrá lugar una Eucaristía celebrada por el Santo Padre, en
el que se renovará solemnemente la profesión de fe.
II. En el ámbito de las Conferencias
Episcopales[23]
1. Las Conferencias Episcopales podrán
dedicar una jornada de estudio al tema de la fe, de su
testimonio personal y de su transmisión a las nuevas
generaciones, de acuerdo con la misión específica de los
Obispos como maestros y «pregoneros de la fe»[24].
2. Será útil favorecer la reedición de
los Documentos del Concilio Vaticano II, del
Catecismo de la Iglesia Católica y de su Compendio,
en ediciones económicas y de bolsillo, y su más amplia
difusión con el uso de medios electrónicos y modernas
tecnologías.
3. Se espera que se renueve el esfuerzo
para traducir los documentos del Concilio Vaticano II
y del Catecismo de la Iglesia Católica a los idiomas
que aún no cuentan con traducción propia. Hay que alentar
iniciativas de apoyo caritativo a las traducciones a las
lenguas locales de los territorios de misión cuyas Iglesias
particulares no puede sostener tales gastos. Esto podrá
llevar a cabo bajo la dirección de la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos.
4. Los
pastores, aprovechando los nuevos lenguajes de la
comunicación, se esfuercen por promover trasmisiones
televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones,
incluso a nivel popular, accesibles a
Acción Católica M e x i c a n a
22
un público amplio, sobre el tema de la
fe, sus principios y contenidos, así como la importancia
eclesial del Concilio Vaticano II.
5. Los santos y beatos son los auténticos
testigos de la fe[25]. Por lo tanto, será conveniente que
las Conferencias Episcopales se esfuercen por dar a conocer
los santos de su territorio, usando incluso los medios
modernos de comunicación social.
6. El mundo contemporáneo es sensible a
la relación entre fe y arte. En este sentido, se recomienda
a las Conferencias Episcopales que, para enriquecimiento de
la catequesis y una eventual colaboración ecuménica, se
fomente el aprecio por el patrimonio artístico que se
encuentra en lugares confiados a su cuidado pastoral.
7. Se invita a los docentes de los
Centros de estudios teológicos, Seminarios y Universidades
católicas a verificar la relevancia que, en su enseñanza,
tienen los contenidos del Catecismo de la Iglesia
Católica y las implicaciones que se derivan para sus
respectivas disciplinas.
8. Será útil preparar con la ayuda de
teólogos y escritores de renombre, subsidios divulgativos de
carácter apologético (cf. 1 Pe 3, 15), para que los
fieles puedan responder mejor a las preguntas que surgen en
los distintos contextos culturales. Se trata de los desafíos
de las sectas, los problemas asociados con el secularismo y
el relativismo, y de los «interrogantes que provienen de un
cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito
de las certezas racionales al de los logros científicos y
tecnológicos»[26], así como de otras dificultades
específicas.
9. Sería deseable revisar los catecismos
locales y los subsidios catequísticos en uso en las Iglesias
particulares, para asegurar su plena conformidad con el
Catecismo de la Iglesia Católica[27]. En el caso de que
algunos catecismos o subsidios para la catequesis no estén
en completa sintonía con el Catecismo o que padezcan
lagunas, será oportuno comenzar la elaboración de nuevos
catecismos, sirviéndose del ejemplo y la ayuda de otras
Conferencias Episcopales que ya lo hayan hecho.
10. En colaboración con la Congregación
para la Educación Católica, competente en materia, será
oportuno verificar que los contenidos del Catecismo de la
Iglesia Católica estén presentes en laRatio de la
formación de los futuros sacerdotes y en el currículo de sus
estudios teológicos.
III. En el ámbito diocesano
1. Se auspicia una celebración de
apertura del Año de la fe y de su solemne conclusión
en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la
fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias
de todo el mundo»[28].
2. Será
oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el
Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar
parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas
y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías
católicas orientales podrán tener un encuentro con los
sacerdotes para dar testimonio de su específica sensibilidad
y tradición litúrgicas en la única fe en Cristo; así, las
Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión
podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la
alegría de la fe que las distingue.
Acción Católica M e x i c a n a
23
3. Cada obispo podrá dedicar una Carta
pastoral al tema de la fe, recordando la importancia del
Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia
Católica, teniendo en cuenta las circunstancias
específicas de la porción de fieles a él confiada.
4. Se espera que en cada Diócesis, bajo
la responsabilidad del obispo, se organicen eventos
catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar
el sentido de la vida, con el fin de descubrir la belleza de
la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse
con sus testigos más reconocidos.
5. Será oportuno verificar la recepción
del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia
Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular,
especialmente en el ámbito catequístico. En tal sentido, se
espera un renovado compromiso de parte de los departamentos
de catequesis de las diócesis, que sostenidos por las
comisiones para la catequesis de las Conferencias
Episcopales, tienen en deber de ocuparse de la formación de
los catequistas en lo relativo a los contenidos de la fe.
6. La formación permanente del clero
podrá concentrarse, particularmente en este Año de la fe, en
los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de
la Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como
"el anuncio de Cristo resucitado", "la Iglesia sacramento de
salvación", "la misión evangelizadora en el mundo de hoy",
"fe e incredulidad", "fe, ecumenismo y diálogo
interreligioso", "fe y vida eterna", "hermenéutica de la
reforma en la continuidad" y "el Catecismo en la
atención pastoral ordinaria".
7. Se invita a los Obispos a organizar
celebraciones penitenciales, particularmente durante la
cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en
pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe. Este año
será también un tiempo favorable para acercarse con mayor fe
y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
8. Se espera la participación del mundo
académico y de la cultura en un diálogo renovado y creativo
entre fe y razón, a través de simposios, congresos y
jornadas de estudio, especialmente en las universidades
católicas, que muestren «cómo entre la fe y la verdadera
ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas,
aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»[29].
9. Será importante promover encuentros
con personas que «aun no reconociendo en ellos el don de la
fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad
definitiva de su existencia y del mundo»[30], inspirándose
también en los diálogos del Patio de los Gentiles,
iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.
10. El Año de la fe será una
ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas,
lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un
testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna
referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos, como
por ejemplo el Compendio del Catecismo de la
Iglesia Católica o el Youcat.
IV. En el ámbito de las parroquias /
comunidades / asociaciones / movimientos
1. En
preparación al Año de la fe, todos los fieles están
invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta
fidei del Santo Padre Benedicto XVI.
Acción Católica M e x i c a n a
24
2. El Año de la fe «será también
una ocasión propicia para intensificar la celebración
de la fe en la liturgia, y de modo particular en la
Eucaristía»[31]. En la Eucaristía, misterio de la fe y
fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es
proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están
invitados a participar de ella en forma consciente, activa y
fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor.
3. Los sacerdotes podrán dedicar mayor
atención al estudio de los documentos del Concilio
Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica,
recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial
–catequesis, predicación, preparación a los sacramentos,
etc.– y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos
de sus aspectos específicos, como por ejemplo, "el encuentro
con Cristo", "los contenidos fundamentales del Credo" y "la
fe y la Iglesia"[32].
4. Los catequistas podrán apelar aún más
a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia
Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos
párrocos, guiar grupos de fieles en la lectura y la
profundización común de este valioso instrumento, con la
finalidad de crear pequeñas comunidades de fe y testimonio
del Señor Jesús.
5. Se espera por parte de las parroquias
un renovado compromiso en la difusión y distribución del
Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios
aptos para las familias, auténticas iglesias domésticas y
lugares primarios de la transmisión de la fe. El contexto de
tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las
casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los
matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la
doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras
familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia
de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la
fe de siempre»[33].
6. Será conveniente promover misiones
populares y otras iniciativas en las parroquias y en los
lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir
el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su
testimonio, conscientes de que la vocación cristiana «por su
misma naturaleza, es también vocación al apostolado»[34].
7. En este tiempo, los miembros de los
Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida
Apostólica son llamados a comprometerse en la nueva
evangelización mediante el aporte de sus propios carismas,
con una renovada adhesión al Señor Jesús, fieles al Santo
Padre y a la sana doctrina.
8. Las comunidades contemplativas durante
el Año de la fe dedicarán una particular atención a
la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y
por un nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes
generaciones.
9. Las Asociaciones y los Movimientos
eclesiales están invitados a hacerse promotores de
iniciativas específicas que, mediante la contribución del
propio carisma y en colaboración con los pastores locales,
se incorporen al gran evento del Año de la fe. Las
nuevas Comunidades y Movimientos eclesiales, en modo
creativo y generoso, encontrarán los medios más eficaces
para ofrecer su testimonio de fe al servicio de la Iglesia.
10. Todos los
fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de
comunicar su propia experiencia de fe y caridad[35],
dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras
confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de
otras religiones y a los que no creen o son indiferentes.
Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una
especie de misión entre las personas con quienes viven y
trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de
la salvación para comunicarla a todos»[36]
Acción Católica M e x i c a n a
25
Conclusión
La fe «es compañera de vida que nos
permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas
que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos
de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada
uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de
Cristo resucitado en el mundo»[37]. La fe es un acto
personal y comunitario: es un don de Dios, para vivirlo en
la gran comunión de la Iglesia y comunicarlo al mundo. Cada
iniciativa del Año de la fe busca favorecer el gozoso
redescubrimiento y el renovado testimonio de la fe. La
indicaciones aquí ofrecidas tienen el objetivo de invitar a
todos los miembros de la Iglesia a comprometerse para que
este año sea una ocasión privilegiada para compartir lo más
valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del
hombre, Rey del Universo, «iniciador y consumador de nuestra
fe» (Heb 12, 2).
Dado en Roma, en la Sede de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, el 6 de enero de
2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor.
William Cardenal Levada Prefecto
X Luis Ladaria F., S.I. Arzobispo
titular de Thibica Secretario
[1] Benedicto XVI, Carta Encíclica,
Deus caritas est, 25 de diciembre de 2005, n. 1.
[2] Idem., Homilía en la Fiesta del
Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010.
[3] Juan XXIII, Discurso durante la
solemne apertura del Concilio Vaticano II, 11 de octubre
de 1962.
[4] Concilio Ecuménico Vaticano II,
Constitución dogmática Lumen gentium, n.1.
[5] Las Asambleas Ordinarias del Sínodo
de los Obispos han tratado los siguientes temas: La
preservación y el fortalecimiento de la fe católica, su
integridad, vigor, desarrollo, coherencia doctrinal e
histórica (1967); El sacerdocio ministerial y la
justicia en el mundo(1971); La evangelización en el
mundo moderno (1974); La catequesis en nuestro tiempo(1977);
La familia cristiana (1980); La penitencia y la
reconciliación en la misión de la Iglesia (1983); La
vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo
(1987); La formación de los sacerdotes en las
circunstancias actuales (1991); La vida consagrada y
su misión en la Iglesia y en el mundo (1994); El
Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la
esperanza del mundo (2001); La Eucaristía: fuente y
cumbre de la vida y la misión de la Iglesia (2005);
La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia
(2008).
[6] Benedicto XVI, Discurso a la Curia
Romana, 22 de diciembre de 2005.
[7]Idem., Carta apostólica Porta fidei,
n. 4.
[8] Juan Pablo II, Discurso di
clausura de la II Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos, 7 de diciembre de 1985, n. 6. El mismo
Pontífice, en la fase inicial de este Sínodo, durante el
Ángelus del 24 de noviembre de 1985, dijo: «La fe es el
principio basilar, es el quicio, el criterio esencial de la
renovación que pretendió el Concilio. De la fe se deriva la
norma moral, el estilo de vida, la orientación práctica en
cada una de las circunstancias».
[9] Idem., Constitución apostólica
Fidei depositum, 11 de octubre de 1992, n. 2.
[10] Ibíd., n. 3.
[11] Ibíd., n. 4.
[12] Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 11.
[13] Idem., Discurso a los
participantes en el Encuentro promovido por el Pontificio
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, 15
de octubre de 2011.
[14] Idem., Carta apostólica Porta
fidei, n. 7.
[15] Cf. Ibíd., n. 12.
[16] Dicha Comisión, constituida en la
Congregación para la Doctrina de la Fe por mandato del Santo
Padre Benedicto XVI, cuenta entre sus miembros a los
Cardenales William Levada, Francis Arinze, Angelo Bagnasco,
Ivan Dias, Francis E. George, Zenon Grocholewski, Marc
Ouellet, Mauro Piacenza, Jean-Pierre Ricard, Staniław Ryłko
y Christoph Schönborn; a los Arzobispos Luis F. Ladaria y
Salvatore Fisichella; y a los Obispos Mario del Valle
Moronta Rodríguez, Gerhard Ludwig Müller y Raffaello
Martinelli.
[17] Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 150.
[18] Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 15.
[19] Concilio Ecuménico Vaticano II,
Constitución dogmática Lumen gentium, n. 65.
[20] Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 13.
[21] Ibid., n. 6.
[22]Concilio Ecuménico Vaticano II,
Decreto Unitatis redintegratio, n. 1.
[23] Las indicaciones que se ofrecen a
las Conferencias Episcopales valen también, en modo análogo,
para los Sínodos de obispos de las Iglesias patriarcales y
arzobispales mayores y para las Asambleas de Iglesias sui
iuris.
[24] Concilio Ecuménico Vaticano II,
Constitución dogmática Lumen gentium, n. 25.
[25] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 13. Acción Católica M e x i c a
n a
26
[26] Ibid., n. 12.
[27] Cf. Juan Pablo II, Constitución
apostólica Fidei depositum, n. 4.
[28] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 8.
[29] Ibíd., n. 12.
[30] Ibíd., n. 10.
[31] Ibíd., n. 9.
[32] Cf. Benedicto XVI, Exhortación
apostólica post sinodal Verbum Domini, 30 de
septiembre de 2010, nn. 59-60 y 74.
[33]Idem., Carta apostólica Porta
fidei, n. 8.
[34]Concilio Ecuménico Vaticano II,
Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2.
[35] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 14.
[36] Concilio Ecuménico Vaticano II,
Constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 1.
[37] Benedicto XVI, Carta apostólica
Porta fidei, n. 15.
Tomado de la página oficial de la Santa
Sede: www.vatican.va
ANEXO 3
INICIATIVAS PARA EL INMINENTE AÑO DE LA
FE
Escrito por Radio Vaticana
Se hizo público el Calendario del Año de
la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre. En este
contexto, se recuerda que del 7 al 28 de octubre, en la
Ciudad del Vaticano, se celebrará la Décimo tercera Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema:
«Nueva evangelización para la transmisión de la fe
cristiana».
Precisamente el 11 de octubre, en la
Plaza de San Pedro, Benedicto XVI presidirá la solemne
apertura a las 10 de la mañana con los padres sinodales y
los presidentes de las Conferencias episcopales. Mientras la
Acción Católica Italiana ha organizado para ese día una
procesión con antorchas desde el cercano Castillo de
Sant'Angelo, también conocido como el Mausoleo de Adriano,
hasta la Plaza de San Pedro, en recuerdo del quincuagésimo
aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano
II.
En efecto, cuando faltan poco más de
setenta días para el inicio de esta iniciativa pontificia,
que concluirá el 24 de noviembre del año 2013, se han
publicado algunos de los acontecimientos previstos, que
contarán con la presencia del Papa, junto a una serie de
encuentros, congresos e iniciativas que permitirán
profundizar los diversos temas religiosos y culturales
ligados a la celebración. De este modo se informa que el 6
de octubre, en Asís, la ciudad de San Francisco, el Patio de
los gentiles ha organizado un encuentro de diálogo entre
creyentes y no creyentes sobre el tema de la fe.
El 12 de octubre en Roma tendrá lugar una
velada artístico-cultural en la iglesia de Jesús, con el
tema «La fe de Dante», organizada por el Consejo Pontificio
para la Cultura, en colaboración con el Rectorado del
Santísimo Nombre de Jesús en la plaza Argentina y de la Casa
de Dante en Roma. En esta ocasión se propondrá el canto XXIV
del Paraíso, que contiene la profesión de fe del sumo poeta.
El 20 de
octubre en Roma se llevará a cabo una peregrinación hasta la
colina del Janículo, con una velada misionera organizada por
la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Acción Católica M e x i c a
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27
El 21 de octubre, en la Ciudad del
Vaticano, Benedicto XVI presidirá la canonización de
mártires y confesores de la fe. Se trata de Jacques
Barthieu, sacerdote jesuita, mártir misionero en Madagascar
(fallecido en 1896); Pietro Calungsod, laico catequista,
mártir en Filipinas (fallecido en 1672); Giovanni Battista
Piamarta, sacerdote, testigo de la fe en la educación a la
juventud (fallecido en 1913); la Madre Marianne (en el siglo
Barbara Cope), testigo de la fe en la leprosería de Molokai
(fallecida en 1918); Maria del Monte Carmelo, religiosa
española (fallecida en 1911); Caterina Tekakwitha, laica
india convertida a la fe católica (fallecida en 1680); y
Anna Schäffer, laica bávara, testigo del amor de Cristo
desde su lecho de sufrimiento (fallecida en 1925).
Del 26 al 30 de octubre en Roma se
celebrará el Congreso de la Unión mundial de los maestros
católicos sobre el papel de la enseñanza y de la familia en
la formación integral de los estudiantes, con la
participación de la Congregación para la Educación Católica.
Del 15 al 17 de noviembre, en la Ciudad
del Vaticano, se celebrará la Vigésimo séptima Conferencia
Internacional del Consejo Pontificio para los Agentes
Sanitarios sobre el tema «El hospital, lugar de
evangelización: misión humana y espiritual».
El 1° de diciembre, el Santo Padre
presidirá las primeras Vísperas de Adviento para los
Pontificios ateneos romanos, seminarios, colegios
eclesiásticos y las universidades, organizada por la
Congregación para la Educación Católica.
El 20 de diciembre en Roma se inaugurará
la exposición sobre el Año de la fe en el Castillo de
Sant’Angelo. La muestra estará abierta hasta el 1° de mayo
del próximo año 2013.
El 28 de diciembre en Roma tendrá lugar
la apertura del Encuentro Europeo de jóvenes, organizado por
la Comunidad de Taizé, en colaboración con el Vicariato de
Roma. Encuentro que se concluirá el 2 de enero de 2013.
El 25 de enero en Roma tendrá lugar una
celebración ecuménica con Benedicto XVI, en la Basílica de
San Pablo Extramuros. Mientras en la pinacoteca de esta
basílica será posible visitar — hasta el 24 de noviembre del
año próximo — la exposición Sanctus Paolus extra moenia et
Concilium Oecumenicum Vaticanum II.
El 2 de febrero en la Ciudad del Vaticano
el Santo Padre presidirá la Eucaristía en la Basílica de San
Pedro con ocasión de la Jornada Mundial de los religiosos y
de las religiosas.
Los días 25 y 26 de febrero en Roma se
celebrará el Congreso internacional sobre el tema «Los
Santos Cirilo y Metodio entre los pueblos eslavos a 1.150
años del inicio de la misión» que comenzarán en la sede del
Pontificio Instituto Oriental y, al día siguiente, seguirán
en la Pontificia Universidad Gregoriana.
El 24 de marzo Benedicto XVI celebrará el
Domingo de Ramos, en la jornada tradicionalmente dedicada a
los jóvenes y en preparación a la Jornada Mundial de la
Juventud.
Del 4 al 6 de
abril en Roma, se celebrará el Congreso internacional de la
Asociación Católica Internacional de Ciencias de la
Educación, con la participación de la Congregación para la
Educación Católica. Acción
Católica M e x i c a n a
28
El 13 de abril en el Aula Pablo VI de la
Ciudad del Vaticano tendrá lugar el Concierto «Oh My Son».
Del 15 al 17 de abril se celebrará la Jornada de los
Seminarios con ocasión del 450° aniversario de su
institución. La Jornada de estudio, ha sido organizada por
la Congregación para la Educación Católica, sobre la
importancia de los documentos del Concilio Vaticano II y del
Catecismo de la Iglesia Católica en la formación de los
candidatos al sacerdocio y en el ámbito de la revisión en
curso de la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis.
El 28 de abril, en la Ciudad del Vaticano
tendrá lugar la Jornada dedicada a los chicos y chicas que
han recibido el sacramento de la Confirmación. Mientras el
Santo Padre conferirá este sacramento a un pequeño grupo de
jóvenes.
El 5 de mayo, el Papa presidirá la
celebración eucarística con ocasión de la Jornada de las
cofradías y de la piedad popular.
El 18 de mayo, el Papa presidirá las
Vísperas de Pentecostés, dedicada a todos los movimientos,
con la peregrinación a la tumba de Pedro y la invocación al
Espíritu Santo.
El 2 de junio, el Pontífice presidirá la
solemne Adoración Eucarística, que también se realizará
contemporáneamente en todo el mundo, con ocasión de la
fiesta de Corpus Chirsti.
El 16 de junio, se celebrará la Jornada
de la Evangelium vitae, con la presencia del Papa, dedicada
al testimonio del Evangelio de la vida, en defensa de la
dignidad de la persona humana desde el primer instante hasta
su último momento natural.
El 22 de junio en la Plaza de San Pedro
tendrá lugar el Gran Concierto por el Año de la fe.
El 7 de julio en la Plaza de San Pedro,
tendrá lugar ante la presencia del Papa la conclusión de la
peregrinación de los seminaristas, novicios y novicias.
Del 23 al 28 de julio, en Río de Janeiro,
Brasil, Benedicto XVI celebrará la Jornada Mundial de la
Juventud.
Los días 18 y 19 de septiembre se
celebrará el Seminario de estudio, organizado por la
Congregación para la Educación Católica, para las
universidades católicas sobre el valor del Catecismo d la
Iglesia Católica en la enseñanza de la teología.
El 29 de septiembre en la Ciudad del
Vaticano tendrá lugar la Jornada de los catequistas ante la
presencia de Benedicto XVI, como ocasión para recordar el
vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la
Iglesia Católica.
El 13 de octubre, en la Ciudad del
Vaticano tendrá lugar una Jornada mariana ante la presencia
del Papa y de todas las asociaciones marianas.
El 24 de noviembre, en la Ciudad del
Vaticano, el Santo Padre presidirá la celebración conclusiva
del Año de la Fe.
SITIO
http://www.annusfidei.va/content/novaevangelizatio/it.html
Publicado en nuestro país en la página
oficial de la Conferencia del Episcopado Mexicano:
www.cem.org.mx
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